Recordando su paso en USA, GRACIAS!!!!
(21.12.1916- 26.03.2021)
Nuestra Hna. Mª Ángeles Carbajal Castro nació providencialmente en Peralta, provincia de Navarra, a unos 50 Km al norte de Cascante, cuna de Santa Vicenta María, el 21 de diciembre de 1916. Contaba, por lo tanto, en la fecha de su fallecimiento con 104 años de vida plena, y era en estos momentos la hermana más longeva de la P. España. Fue bautizada con los nombres de María de los Ángeles Tomasa de la Santísima Trinidad.
Vivió en el seno de una familia de raíces cristianas, y tuvo que trasladar su residencia a la ciudad de Toledo por la condición de funcionario de su padre, notario de profesión. Precisamente muy unida a él pasó Hna. Ángeles su primera juventud, sirviéndole de apoyo incondicional en las tareas de la notaría. Aunque sintió pronto la llamada del Señor, no creyó oportuno privar a su padre de su compañía y servicios, y no fue hasta que su padre se jubiló, cuando ella manifestó su decisión de profesar en las Religiosas de María Inmaculada.
Se dirigió a la casa de Madrid, Ríos Rosas (Casa Noviciado) donde la recibió la M. Redención y la puso en contacto, antes de entrar, con el apostolado con señoritas que se realizaba en la Casa Madre de la Congregación de la calle Fuencarral, para que conociera mejor nuestro carisma. Decidida ya firmemente su vocación entró en el noviciado de Ríos Rosas el 1 de Enero de 1946. En la misma casa hizo su primera profesión el 17 de Julio de 1948 y finalmente sus votos perpetuos el 31 de Mayo de 1953 en la Casa Madre de Madrid-Fuencarral. Contaba con 75 años de vida religiosa.
La obediencia la llevó lejos de España, a la fundación de San Antonio de Texas, y por tierras de Norte América transcurrió la mayor parte de su larga y fecunda vida. Todavía le brillaban los ojos de emoción cuando narraba su experiencia allí y nos mostraba orgullosa las fotos que le enviaron por el aniversario de la fundación de la casa.
A su vuelta a España esta casa de Madrid Ríos Rosas fue de nuevo su destino, y aquí ha transcurrido otra gran parte de su vida. En tareas administrativas y de economato primero, y llevando una vida reposada en sus últimos años en la enfermería. Hasta hace relativamente poco tiempo nos acompañaba todas las mañanas en la Eucaristía de Comunidad, ya pasados los 100 años de vida.
Mujer de apariencia frágil, pero fuerte en todos los sentidos, físico y espiritual, vivió los grandes acontecimientos y transformaciones sociales del siglo XX y superó incluso la pandemia del Covid 19 en el siglo XXI. El Señor le concedió entre otros, el don de una mente abierta y de una inteligencia y lucidez poco comunes, que ha conservado hasta su fallecimiento. Se interesaba por todo y por todos, poniendo especial atención en los acontecimientos de la Comunidad, de la Congregación y del mundo. Fue una gran lectora mientras su vista se lo permitió, escuchaba atentamente en la radio las noticias, y estaba al tanto de la realidad que la rodeaba. Esa inteligencia aguda y despierta la compaginaba con una vida honda de fe y de oración que fue haciéndose más palpable y evidente cuando orar se convirtió en su único oficio.
Mantuvo también lazos fuertes de afecto con sus familiares, con los que tuvo la dicha de celebrar su 103 cumpleaños, y que le devolvían ese cariño recíprocamente en forma de llamadas frecuentes y de visitas.
Bromeaba muchas veces diciendo: “el Señor se ha olvidado de mi”, en alusión a su avanzada edad, pero fue una mujer vital que amaba con pasión la vida. Hace unos 10 días su estado se agravó de repente, y fuimos preparándonos para despedirnos de ella, en casa, haciendo todo lo posible para que su partida a la Casa del Padre fuera en paz, rodeada de todos los cuidados y del cariño de la comunidad y familiares. En sus últimos días, tuvo la gracia de vivir totalmente consciente de su situación de deterioro, rezaba con las hermanas que la visitábamos a la Virgen, le pidió a San José que se la llevara en el día de su fiesta, y con voz muy clara repetía a las hermanas que “todo lo que estaba viviendo lo ofrecía por las chicas”, Religiosa de María Inmaculada hasta el fin.
Y así, en paz, sin hacer ruido, falleció discretamente en la madrugada del 26 de marzo. Aunque nos apena su partida al cielo tenemos la certeza de que allí ha sido recibida por Dios Padre y de que ya tenemos una intercesora más por nuestra Congregación. Damos gracias a Dios por su vida entre nosotras y esperamos que su fruto caído en tierra buena sea fermento para nuevas vocaciones.